Con una parada téctica para tomar el segundo café de la mañana llegamos al
sitio convenido justo a tiempo para ponernos a preparar las brasas, que
nuestros expertos cocineros tuvieron listas y preparadas para ir echando sobre
la parrilla kilos de costillas, chorizos, sardinas, verdura... ¡Comida como
para una boda! Hubo quen llegó en ese momento, pues, circunstancias personales,
no podía unirse al grupo antes, y poco a poco la mesa fue quedando dispuesta y
fuimos cogiendo conciencia de que aquello era una barbacoa BDSM, por lo que no
podíamos olvidar quién era quien, y que a los sumisos les correspondía comer en
comederos y directamente con la boca, aunque al final el que más y el que menos
todos fueron teniendo autorización para comer con las manos. ¡Los Amos
finalmente no son tan severos como los pintan!
Sí es verdad que alguno se vio condenado al “ostracismo” temporal, comiendo
apartado por culpa de su afilada lengua, y que hubo quien se las vio y se las
deseó para comer sin manos, y acabó “necesitando ayuda” de un Amo que le echó
una mano a comer... ¿O no?
Perretes que se peleaban por una pelotita, con alguna que otra trampa,
inocente, eso sí, de alguno de ellos, y que entre gruñido y gruñido acabaron
con algún que otro placaje profesional de fútbol americano, juegos de gallinita
ciega despistada, donde cada sumiso debía decidir en quien confiaba y en quién
no para conseguir su premio.
Algún sumiso varón acabó confesando que debajo de su ropa llevaba ropa
interior femenina, sintiéndose toda una señorita que incluso necesitó, cortesía
de una Ama siempre dispuesta a colaborar, de una compresa que allí mismo se
puso.
Cómo no, algún juego de mesa sirvió de excusa perfecta para romper aún más
el hielo, y hacer nuestras “putaditas” a los sumisos cuando los amos a los que
acompañaban perdían en el juego. Interpretaciones cinematográficas, dog
training, pony boys, y alguna cosita más hicieron que nos lo pasáramos en
grande.
El tiempo nos respetó todo lo que podía respetarnos y no llovió en todo el
día... Hasta el final del todo, cuando ya faltaba poco para que cayese la noche
y con ella una fina capa de lluvia que fue a más. Pero no supuso ningún
problema gracias al toldo que llevábamos. Con todo, el día de barbacoa llegaba
a su fin, pero no la diversión. Como algunos saben, entre nuestros
colaboradores y amigos hay algunos grandes aficionados a la música, y alguna
persona estaba con el corazón partido, porque su grupo de música preferido
tocaba en otra localidad. Así que ni cortos ni perezosos seguimos allí la
fiesta, “olvidando” (porque hay cosas que nunca s olvidan realmente) los roles
un rato. Eso sí, cuando acabó el concierto, ya con las voces rotas, y siempre
con la premisa que nos caracteriza de que quien bebe alcohol no juega, nos
dirigimos al Triskel del Norte, donde pudimos disfrutar de un café caliente y
una charla tranquila y sensacional, además de algún bondage que animaba la
velada que, necesariamente, tenía que tocar a su fin. No faltó, por las altas
horas que ya eran y porque había venido desde un viaje muy largo para la
ocasión, quien aprovechó la ocasión para descansar en el trono, pues, no en
vano, el día fue agotador, aunque pleno.
Ya con los gallos cantando salimos del Triskel del Norte para nuestras
respectivas casas, con una sonrisa y la promesa de repetir pronto. Alguno
también con la posibilidad de quitarse la compresa que le había acompañado a lo
largo del día.
La verdad es que fue una pasada, me lo pasé en grande. ¡¡¡QUIERO MÁAAAASSSS!!!
ResponderEliminar